Recorrido fotográfico en la cárcel de Valparaíso, registrando los tatuajes que los reos se dibujan en el cuerpo, marcas que van quedando como signos del encierro.
El origen de los tatuajes carcelarios tiene que ver con una milenaria practica, especialmente en un submundo, donde una manera de diferenciarse del resto de la población son los diversos tatuajes como señal de pertenencia o pactos traducidos en imágenes de Cristo, el diablo, palomas, y nombres de amadas o el propio, todos con distintas representaciones y significancias que pude traducirse en su propio historial de un interno, en cada recinto penitenciario se inscribe un nuevo tatuaje que le recordara el paso por el lugar y el motivo de su detención, una biografía de la cual sienten orgullo y le recuerdan su pasado.
El poder acceder a dichos espacios penitenciarios fue el principal obstáculo para realizar el trabajo de captura de fotografías de los internos y sus tatuajes. Cada uno de ellos podía claramente dar cuenta del cuándo y el porqué tenia dicha marca en su piel, la mayoría realizada clandestinamente en los recintos penitenciarios a nivel nacional e internacional, siendo estos tatuajes un historial del cual pueden hablar con claridad y precisión. Hombres y mujeres participan de esta práctica que les otorga estatus y un currículo del cual se pueden jactar al momento de contar su significado y relevancia.
Esta práctica nace hace muchos años en las cárceles Polinésicas y que consiste en la inserción de tinta en la piel otorgando algún significado que los diferencia del resto de la población, el amor, el odio, la sociedad y las condenas son parte de los temas que se inscriben en la piel para hacerlo público, una especie de graduación o especialidad al interior de los recintos donde se encuentran privados de libertad.